16 novembre 2011

Cosas de familia

Después de la tormenta vino el viento y arrastró las nubes. Había tantas que no daba abasto a sacarlas del cielo, y se le desbocaron como una manada de potros. Por más que la luna trataba de colaborar y aspeaba los brazos, las nubes pasaban por encima de ella, aunque por suerte para todos sin tocarla. De la tierra se elevaba el frío de la noche y aunque no dijeran nada, o precisamente por ello, se les oía a los pájaros guardar silencio ante ese espectáculo majestuoso. En aquellas alocadas galopadas había algo de sinfónico, pero el silencio de los pájaros y del agua en el regato y de los olivos era un silencio de cámara, y allí arriba la luna tratando de sosegar el cielo. Sabíamos que ella no se movía ni un centímetro de donde estaba, pero cualquiera hubiera dicho que la luna iba corriendo de un lado a otro tratando de sofocar aquel motín tras la tormenta. No sé, como si ese incendio gélido y plateado la hubiera sacado de la cama en camisa de dormir y caminara descalza como una loca. La vimos un buen rato anonadados, sin poder hacer nada. ¿Cómo ayudarla? Incluso, creo, empeorábamos las cosas, pues el frío hacía que de nuestras bocas, con cada palabra, saliera un puñado de vapor blanco, como otra nube, que al verse en libertad, corría fuera ya de nuestro alcance para ponerse del lado de las amotinadas en su negra barricada. Al final, con indecible tristeza, comprendimos que todo eso era asunto de ellos y que era mejor no intervenir, como si fueran, en fin, cosas de familia, y nos despedimos de la luna, de las nubes, del viento, del silencio de los pájaros y de cuantos sonidos acordados esperaban un poco de sosiego. El nuestro, en la casa, vino luego.


5 commentaires:

  1. Ese ruido del silencio.
    Un precioso instante que tiene todo el lirismo sereno y dulce de Leopardi.
    Suena lo eterno.

    RépondreSupprimer
  2. Al leer tu texto me han venido a la cabeza los poemas de los grandes poetas chinos. Una delicia. Saludos,

    RépondreSupprimer
  3. Qué preciosidad! Me deja el alma encogida.
    Besos de una lunera

    RépondreSupprimer
  4. luna sonámbula, luna funámbula, luna caléndula que transforma con su brillo a los hombres en hermanos lobos, claro.
    Muy bonito

    RépondreSupprimer
  5. En la isla, donde el cielo se mueve tanto, no nos queda otra que mantenernos más quietos aún, más invisibles, más callados y a verlas pasar. Un abrazo agradecido desde Menorca.

    RépondreSupprimer